fotos: Graciela Tibaudin



La publicidad es una presencia ominosa en la vida de las comunidades, ese clima de negocios que convierte a la tragedia vital del paso del tiempo en una forma envenenada para el ojo. Cada una de esas marcas, de esos nombres, son formas de gobierno que ironizan sobre las esperanzas renovadas de cada generación que llega al ruedo. Cuando las grandes, una cuestión de escala no de tamaño, manifestaciones se perciben sin esos cortes diseñados se puede entender lo cerca que estamos (quiénes) de asomarnos a otro pasado.